Vi el pedido formal de una vendedora informal en la tele. Que no le quiten su pedazo de calle, pedía. ¿Su pedazo de calle? Antes de la revolución ciudadana la calle ya era de todos.
Creo que el auspicio político a los informales no los formaliza.
Quitemos, por tanto, los pesos sociales y políticos. Y enfoquemos el tema en la economía sumergida. Los informales sólo representan a un sistema de transacción de bienes y servicios dónde el Gobierno no tiene control.
Desde vendedores ambulantes de gaseosas, hasta los lava-carros, los plomeros a domicilio o las prostitutas, la economía informal existe acá y en existirá en el futuro. El tema es que debiera ser residual.
Creo que informalidad, por si, es el síntoma de una enfermedad más grande que va desde temas económicos y políticos, modelos de desarrollo hasta asuntos culturales. Pero... promover, aupar, auspiciar, apoyar, la informalidad no resuelve la problemática.
La economía informal no se somete a regulaciones. No paga permisos, ni patentes, ni inscripciones. No paga impuestos, no cumple con regulaciones de seguridad laboral, ni de salud, ni salvaguarda los derechos de los consumidores. No paga derecho de piso. Ni devuelve la mercancía si está defectuosa.
En la economía informal no hay generación de trabajo. Cada vendedor es él/ella y nadie más. Incluso siendo espontánea, no crea gerentes ni emprendedores.
La economía sumergida es la antípoda de la economía formal. Cuando una no es regulada, la otra es sobre-regulada. Cuando la una no paga impuestos, la otra subsidia obra pública, seguridad y salud con más impuestos. Cuando la formal gasta en cumplir requisitos, trámites, imposiciones, sueldos y beneficios, la informal gana ese margen.
Pero lo más crítico es que la informalidad no sólo se manifiesta en términos económicos, sino que también lo hace institucionalmente. No se puede ser formalmente informal; pero si viceversa.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)